martes, 15 de febrero de 2011

De su imagen y la fragilidad de las instituciones.



Hace algunos días, semana y media más o menos, caminaba por las calles de mi querida ciudad natal, Puebla, era un domingo cualquiera de febrero, muy soleado y de aire fresco, había escuchado sobre el cambio de gobierno en el estado, que como siempre, cualquier cambio de este tipo genera mucha electricidad en el ambiente. Tristemente soy ya desde hace algunos años más escéptico que Santo Tomas en cuanto a cambios de gobierno se refiere. Pero como decía, iba caminando y ya con este antecedente algo salto a mi atención. Apresurada y con la sirena abierta vi pasar una ambulancia, rotulada por completo con la imagen delnuevo gobierno. ¿Llevara máximo una semana en el poder, y ya los vehículos están rotulados con la nueva imagen? Me pregunte, y si, efectivamente, en cuanto tomo posesión el nuevo gobierno, todo comenzó un rapidísimo cambio de imagen, una buena maquillada, buscando borrar todo rastro del gobierno anterior y como queriendo demostrar que hay un nuevo inquilino en casa Puebla.
Este no es un fenómeno aislado, es ya práctica común en México, cambiar la imagen a la vez que se cambia al gobierno (en todos los niveles), y cuya consecuencia más inmediata, es el enorme gasto en reimpresión de cualquier artículo que tenga rotulada la imagen del gobierno anterior. Esto ya desde hace tiempo lo había reflexionado, es más, cuando fue el cambio de gobierno Zedillo-Fox la llamada “águila mocha”, no me pareció del todo fea, y la imagen del actual gobierno federal me parece sumamente funcional y capaz de cumplir su objetivo, (que como diseñador gráfico, creo que es uno de los mayores halagos que se le puede extender a una pieza de diseño) sin embargo, no había dado mayor atención al asunto de los cambios de imagen.
Pero, ¿Por qué ahora me parece lo suficiente mente importante para dedicarle estas líneas? Bueno, creo que el cambio de imagen, es en realidad un síntoma de un mal grave que acecha a México desde hace muchos años: la fragilidad de las instituciones.

Un gobernante llega y cambia la imagen del gobierno que preside, para así demostrar que hay una nueva cabeza en esta “organización” pero en el mundo corporativo yo no eh visto que con la llegada de un nuevo CEO se cambie la imagen de la empresa, esta tiene que mantenerse firme y demostrar que aunque haya un nuevo dirigente la compañía, esta continuara con la solidez con la que se ha manejado desde hace ya años. Si bien los cambios en la imagen de las empresas existen, estos se dan para mantenerla al día y estos nunca son tan drásticos como para disolver la relación entre un logotipo y el otro. Entonces ¿Por qué lo hacen los gobernantes? ¿Por qué tienen que demostrar que un nuevo gobernador, alcalde o presidente ha tomado posesión?

Mis conclusiones ante estas preguntas son varias, la primera de ellas, es la lejanía que existe entre gobernantes y gobernados, ¿si el pueblo los eligió, porque tienen que demostrar que son ellos los que están en el poder? Bueno pues porque desde la campaña están muy lejos de los electores, porque las campañas se ganan con pendones y frases pegajosas, no con verdaderas propuestas que diferencien una formula política de la otra, se ganan con spots y no con verdadero debate. Y al ser que una campaña se gana con imagen, lo primero que se cambia es la imagen.

Pero un problema más grande aparece al profundizar en estas preguntas, y es que no importa que los gobiernos sean del mismo partido, la imagen se cambia de todas formas, sin importar que se prometa que la misma línea se mantendrá. ¿A qué se debe esto? La respuesta es aterradora en su sencillez: los gobernantes se asumen como la institución que presiden. Y es este el verdadero problema, que al darse este fenómeno, es imposible implementar verdaderas políticas de estado, disminuyendo así las posibilidades de desarrollo, es como si cada 6 (o 3) años hubiera una “revolución pacífica” en cada entidad federativa y en el país entero. Pero bueno, 6 años son mucho tiempo, se pude hacer algo ¿no?, pues algo sí, pero no lo suficiente para desarrollar a una entidad federativa y menos a un país, y así vemos como en países en donde se implementan políticas de estado para gobernar, el desarrollo es mayor y la imagen no cambia con cada dirigente.

Al final todo se resume en que vamos en el mismo barco, y no será hasta que de verdad decidamos remar para el mismo lado que avanzaremos, no importa con que, si es con los remos de un cayac o los de un birreme romano, la idea es remar de frente, para avanzar como país, y no dejar que un “capitán” se asuma como todo el barco.

Y bueno, este tema da para mucho debate, pero muy en general, así es como lo veo.